Ama a tu prójimo

La mayor diferencia entre los “viejos tiempos” y el juego moderno no es el contraste entre estar de pie en el fondo norte o sentarse en un civilizado asiento de plástico, sino más bien la compañía que uno se ve obligado a mantener. En los viejos tiempos (vi mi primer partido profesional en vivo en 1966), la gente solía andar en áreas similares del estadio: los jóvenes detrás de los goles y los más viejos en las posiciones laterales, pero dentro de esas configuraciones había mucha flexibilidad. Podías elegir entre quedarte en el nivel más abajo o superior, o, si estuvieras en ubicación lateral, moverte hacia la izquierda o hacia la derecha, dependiendo de en qué gol atacase tu equipo. No había asientos, ni mucho menos localidades asignadas, así que te ponías donde querías.

En mi primer partido en Inglaterra, en Blundell Park (Grimsby Town), la tribuna completa  se cambió de fondo durante la segunda mitad, dejando a algunas puristas, generalmente hombres viejos con abrigos beige y gorras de tela descoloridas, a fumar con expresión pensativa sus pipas,  deteniéndose en las mejores artes de la estrategia defensiva.

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Mi padre y yo (los de los paraguas)

La ventaja de esta mayor libertad de movimiento, que comenzó a sufrir limitaciones cuando el hooliganismo se puso de moda, fue que si había un imbécil junto a ti, siempre podrías distanciarte de él y evitarlo, moviéndote unos metros a un lado u otro. Estas eran estrategias fáciles de aprender y ejecutar, y me aseguraron años de visualización feliz y en paz. Luego llegaron los asientos obligatorios y cambiaron el paisaje por completo.

Soy socio de la Real Sociedad desde hace algunos años, y tengo dos asientos en la grada oeste, más o menos en la línea del centro del campo, justo debajo del área de la prensa. Anoeta está experimentando una importante reconstrucción, con la grada final a punto de construirse. Hacia el final de la temporada pasada, antes de que excavasen unos metros para introducir una grada adicional y permitir que los nuevos asientos adicionales estuvieran más cerca del césped, el club nos preguntó si queríamos reubicarnos.

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No vi ninguna razón para hacerlo, y me quedé en mi sitio de siempre. Otra razón de mi falta de acción fue que conoces mejor a las personas que habitualmente se sientan a tu lado, y quizás en menor medida, a los que están delante y detrás. Al igual que una relación forzada, la mejor metáfora es la cama del hospital: no tienes posibilidad de elegir tus vecinos y, por lo tanto, estás obligado a tratar de llevarte bien con ellos. Como estaba bastante contento con mis vecinos próximos, ya que habíamos forjado una extraña bonhomie en nuestra relación quincenal, una en la que no te entregas demasiado pero en la que inevitablemente dejas que las cosas surjan paulatinamente (a diferencia de en una cama de hospital), me llevé un shock cuando llegué a Anoeta para el primer partido de esta temporada y descubrí que todos habían aceptado la invitación para mudarse.

De hecho fue algo traumático. Sentí que había perdido a todo un grupo de compañeros, y lo que era peor, no podía entender por qué no me habían avisado. ¿No les caía bien? ¿Querían escapar de mi insoportable presencia, y la de mi hijo y mi cuñado (los dos compañeros más habituales del asiento de repuesto)? Y lo que es peor … como pasa con las nuevas relaciones, iba a tener que acostumbrarme a conocer a un nuevo grupo de vecinos.

Todo lo cual me lleva al derbi vasco el sábado entre la Real Sociedad y el Athletic. El nuevo chico de mi derecha, cuyos compañeros han poblado los asientos en la parte delantera, es un tipo de cuarenta y tantos años, apuesto y confiado, con un exuberante cabello negro y un aire de tío con los cojones bien puestos. Mientras que los socios anteriores eran hombres de mediana edad, tranquilos y medidos en sus comentarios sobre los partidos, este está lleno de movimientos inquietos e hiperactivos. En lugar de preguntarte tu opinión, él simplemente te dice lo que los jugadores deberían haber hecho, a quién se debería poner / quitar, etc. Su tono no ofrece ningún debate, y sus compañeros nunca se muestran en desacuerdo con él, ya que parecen padecer la sombra de su carisma alfa-masculino. Mi esposa quería ver este partido, así que decidí ubicarla a mi izquierda para protegerla de su pedagogía. Además, quizás necesite hacerme amigo de este tipo.

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Raúl García también es capaz de ser amable durante un derbi (Photoshopped)

Cuando llegamos a nuestra fila, los jugadores estaban abajo haciendo sus apretones de manos, en un escenario ruidoso y lleno de ese feliz factor-derbi. El Athletic anda mejor después de que el nuevo entrenador Garitano lo haya sacado rápidamente de la zona de descenso, y a pesar del aburrido empate de la Real en casa ante el Huesca la semana pasada, mi equipo también llevaba cuatro partidos invicto.

Y allí, en el tercer asiento  de la fila, está mi nuevo vecino, con el aspecto de quien acaba de ingerir unas pastillas de éxtasis. De pie en su asiento, con una bufanda azul y blanca en alto, sus ojos se engrandecen mientras grita el himno del club, mientras abronca a su hijo (que está jugando con su móvil) por no hacer lo mismo. Me saluda con una palmada en la espalda y luego salta del asiento y me abraza efusivamente. “¡Vamos a vencer a estos cabrones!” me asegura. Estoy de acuerdo, pero obviamente no lo suficiente: “¡No, no! Los vamos a destruir. No tienen ni idea, te lo digo. No saben jugar al fútbol”.

Una vez más, mi acuerdo debe haber sido demasiado insulso, lo que le impulsa a insistir en que “Correrán y nos darán hostias, pero eso es todo lo que saben hacer. ¡No tienen ni puta idea de fútbol!” exhorta. Me arreglo para alejarme cortésmente de su abrazo, diciéndole que tiene razón. Luego el partido se pone en marcha.

El derbi vasco es único en los anales del fútbol mundial por la sencilla razón de que desde 1909, cuando los clubes se enfrentaron en el campo de batalla por primera vez, ningún aficionado ha sido arrestado por participar en peleas , y la presencia policial es por lo tanto innecesaria. Hay muchas bromas en el aire, por supuesto, y los partidos pueden ser feroces, pero el código tácito de solidaridad política y cultural que reina entre las dos ciudades y clubes asegura que el evento sea un asunto familiar. Los aficionados se mezclan antes de los partidos e incluso se sientan uno junto al otro en el estadio.

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Es como debería ser el deporte, e igual fue así antes de que los ritos de territorialidad primitiva se hicieran cargo del circo. Sin embargo, durante los intercambios tempranos, Iñaki Williams del Athletic corre hacia el juez de línea que está justo debajo de nosotros y se queja de una decisión que no le ha dado el linier, lo que provoca que dos fanáticos del Athletic cinco filas por debajo se levanten para protestar. Mi vecino se inclina hacia adelante y grita “¡Siéntense, imbéciles!”, y ambos caballeros se dan la vuelta y apuntan los dedos hacia él, sonriendo. Mi amigo deja escapar unas carcajadas, confortado por este código de insulto mutuamente comprendido.

El otro factor que lo ha exaltado es, por supuesto, la vuelta de Iñigo Martínez, criado en la cantera de la Real Sociedad (aunque es de Vizcaya, territorio del Athletic), a quien ahora se ve como el nuevo Judas, el hombre que traicionó a sus benefactores. Al marcharse en la ventana de invierno de la temporada pasada agravó su pecado al hacer algunos comentarios desafortunados sobre sus antiguos empleadores. Cada vez que toca el balón, mi vecino (y otros 25,000) grita con gusto “¡Hijo puta!” hacia el hijo no-pródigo.

El hijo de mi vecino se encuentra jugando al ajedrez en su móvil cuando esto sucede, y su padre le reprende nuevamente por no insultar a Martínez. El niño mira a su padre con una mirada ligeramente cansada, y vuelve al ajedrez. “Es un puto genio“, me dice su padre, apuntando su pulgar hacia atrás en dirección al niño. “De la madre, ja, ja! Su hermana es más  tonta que el Abundio, pero oye, no podemos ser todos como Einstein, eh?” Después de ofrecerme esta observación, vuelve a dirigir su atención al juego.

Cuando La Real mete el primer gol con una excelente maniobra de Oyarzabal, el hombre-alfa se vuelve demente y me abraza en un estado de éxtasis, mientras mi esposa se sienta sola en su asiento. Cuando Willian José consigue otro chicharro justo antes del descanso, casi le estalla una arteria a mi nuevo compañero, que empieza a bailar conmigo en un abrazo fraternal. Haces las cosas más extrañas cuando tu equipo anota, pero aún así miro avergonzadillo a mi mujer. Ella me complace con una débil sonrisa, feliz de estar excluida de este ritual extraño de machos.

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El día termina felizmente, a pesar del gol de Raúl García, y durante una pausa en la segunda mitad, me enteré para mi sorpresa de que mi vecino era un exjugador que llegó hasta el Sanse, pero que luego fue ofrecido al Eibar, en aquel entonces de la Segunda B. Decidió convertirse en ingeniero, me dice, porque eso le prometía más dinero, pero nunca soñó con ver al Eibar en la máxima categoría. Empieza a interesarme, el cabrón. Contaré más cosas dentro de dos semanas, después del próximo partido en casa. A pesar de su insistencia en siempre tener la razón, está empezando a gustarme. Debe ser por tanto abrazo.

Mientras tanto, hacia el sur, Valencia nos recordaba de la mortalidad del Barça y a la vez de su propia mejora, y con 1-2 debió haber finiquitado el partido. Por supuesto, Barcelona y Madrid se enfrentan a un mes loco de partidos y por eso deben rotar. El Madrid aprovechó el empate del Barça al vencer a un Alavés en declive por 3-0 (Benzema volvió a marcar), pero los vecinos Atléticos se rajaron contra el Betis, donde un penalti de Canales (y uno no otorgado al debutante Morata) los condenó a quedarse más atrás de los líderes. El Barça había ganado sus ocho juegos de liga anteriores después de su empate con el Atlético hace dos meses, lo que lo hizo doblemente frustrante para las tropas del Cholo. El Sevilla, posiblemente traumatizado después de su derrota fulminante en el Camp Nou, perdió en Vigo y dejó el cuarto puesto de Campeones al alcance de varios equipos, lo que aumenta aún más el interés en La Liga de esta campaña. Y si el Rayo vence al Leganés mañana en un duelo a cara de perro la zona inferior de la tabla va empezar a temblar. Incluso Huesca está empezando a ganar (4-0), como se sospechaba que eran capaces.

En caso de que te hayas escondido en un búnker nuclear sin wi-fi durante la semana pasada, sabrás que el Barça jugará con el Real Madrid el miércoles por la noche en la semifinal de la Copa del Rey. El Madrid luego jugará contra el Atlético el sábado en el Willy Wanda, culminando unos frenéticos siete días con una visita al Ajax cuatro días después en la Champions. Uuuuf. Luego, un par de partidos de descanso contra Girona y Levante antes de volver a las trincheras para jugar contra el Barça en la segunda vuelta y luego cuatro días más tarde en el Camp Nou en la liga. Oh … y luego Ajax tres días después. Para el Barça, inserta ‘Lyon’ para la Champions con dos partidos de liga complicados contra el Athletic y el Sevilla durante el mismo período. ¿Puede Messi durar todo el curso? ¿Se desgastarán los dos gigantes mutuamente y darán esperanzas a alguien más? ¿Vencerá el Atlético a la Juventus? ¿Revelará mi nuevo vecino más sobre su oscuro pasado? Ven la próxima semana a Liga Fever. No puedes fallar. Y mientras tanto, sé amable con tu vecino.

 

 

One thought on “Ama a tu prójimo”

  1. Phil, gracias por la traduccion. Como simpre, una gran perspectiva de La Liga.

    Como lo dijo tu vecino- eres un vencedor!

    Saludos desde EEUU.

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